Por Kenia Carreón y Milton Rodriguez Barrera
La nueva película del director Rodrigo Reyes -“Lupe under the sun” (2016) y “Purgatorio: viaje al corazón de la frontera” (2013)-; nos invita a reflexionar sobre la situación actual de la sociedad mexicana. Esto a través de los ojos de un viajero en el tiempo. Un conquistador que, 500 años después, llega a las costas de Veracruz para darse cuenta que el “nuevo mundo” se encuentra hundido en la violencia y la decepción.
Este proyecto nos presenta una narrativa diferente a los documentales tradicionales, lograda a partir de la mezcla de elementos que podrían ser catalogados tanto de documental como de ficción. El conquistador es el ser proveniente de la ficción que poco a poco se inmiscuye con las historias reales de la gente entrevistada. El director juega con el lenguaje cinematográfico y nos trae este relato que ya ha sido reconocido en diferentes festivales alrededor del mundo.
El director de fotografía Alejandro Mejía AMC fue el encargado de prestar su visión para romper con la estética ya vista en documentales que abordan los temas de violencia, y dar un toque de frescura a esta innovadora forma de relatar, pero sin perder el respeto a los protagonistas. A continuación nos cuenta su proceso.
“Cuando Rodrigo me platicó por primera vez sobre el proyecto me pareció muy interesante y arriesgado pero inmediatamente dije que si. Después de que terminamos la primera parte de su película Sansón y yo, nos reencontramos en Nueva York, fuimos a cenar y me contó su idea: una película sobre un viajero en el tiempo que aparece 500 años después, durante el aniversario de la conquista. En un principio me preguntaba cómo es que lograríamos retratar algo así. Para este momento, Rodrigo ya tenía varios años pensando en realizar este proyecto y trabajando en la investigación del mismo”.
“Rodrigo quería reflejar al México actual y la autoimagen que tenemos como sociedad. También le llama la atención la idea que tenemos los mexicanos sobre la imagen del conquistador y como reaccionamos en contra de ello debido a los abusos cometidos. Como Octavio Paz nos describe en “El Laberinto de la soledad”: Somos una cultura que viene cargando estas aflicciones desde hace mucho tiempo. La pregunta que queríamos responder era si 500 años después de la llegada de los españoles estamos mejor o peor.”
“México tiene una energía muy particular. Acá suceden cosas que simplemente no pasan en otras partes del mundo. Te encuentras con personas que se abren ante tí y que te cuentan historias que pueden llegar a ser realmente profundas y desgarradoras. Pero al mismo tiempo, y como contraparte, el país te ofrece todos estos escenarios naturales tan maravillosos y épicos que te inspiran a crear”.
Mantener la inocencia
Gracias al trabajo previo realizado entre Rodrigo y Alejandro ya sabían y entendían su manera de abordar y trabajar las historias, pues a parte de compartir set comparten otras cuestiones como la migración. “Ambos emigramos a Estados Unidos desde hace unos años y a parte de esto tenemos varias cosas en común, ya que él tampoco estudió propiamente en una escuela de cine. Cuando me habló de la película quedamos en que la abordaríamos como una película “sin género”. Me presentó un primer acercamiento del guión con los episodios que había trabajado con la guionista Lorena Padilla. De lo que sí estaba seguro es de retratar el viaje de Hernán Cortés desde las costas de Veracruz hasta la Ciudad de México.”
“En este tipo de proyectos es importante estar abierto a las cosas que se te presentan y mantener un estado de intuición que te permite improvisar.” El director de fotografía comparte que debido a una agenda apretada no hubo tiempo de realizar un scouting. Esto dificultó las cosas pues debía encontrar una manera de crear un hilo conductor en la estética, por la mezcla de formatos narrativos.
“Cuando leí el primer guión, estaba en Berlín, y lo primero que me vino a la mente es que quería usar lentes anamórficos. Al principio Rodrigo no estaba de acuerdo con la idea de usar este tipo de óptica hasta que lo convencí con referencias y pruebas que había hecho. La elección de estos lentes (a parte del gusto personal) la tomé pensando en salir de lo que normalmente se hace con los documentales que retratan temas similares. No queríamos la típica cámara en mano del lenguaje periodístico. Debía encontrar un equilibrio entre la improvisación y la ficción controlada. La ventaja es que yo he trabajado con los Kowa anamórficos desde hace tiempo, los conozco y sé cómo funcionan. Son lentes muy ligeros. Un tiempo después nos dimos cuenta que era la única manera de unir los dos mundos y descubrimos que era parte de la esencia de la película.”
A pesar de las virtudes de los lentes anamórficos, Alejandro señala como desventaja que no son lentes rápidos y que tienes que trabajarlos en diafragmas entre T4 y T5.6 y pero te permiten crear un look único que le aportaba muchísimo a esta historia.
Alejandro y Rodrigo crearon una serie de reglas a seguir con el fin de mantener la personalidad del proyecto. “Dentro de la lista de cosas que nos planteamos para trabajar fue que no utilizaría fuentes de luz artificial. Para mi, esta decisión fue importante para no transgredir la intimidad de los entrevistados. No quería faltar el respeto o distraerlos con mil luces, cuando lo que nos contaban eran cosas muy fuertes y profundas.” El director de fotografía apostó por el uso únicamente de luz natural, cuestión que en otras ocasiones, ha demostrado darle un estilo visual muy interesante a sus proyectos.
“Otra dato es que casi el 90% de la película está conformada por cámara en tripié. Estábamos regresando a lo básico, yendo en contra de lo que normalmente se haría en un documental de este tipo. El ritmo lo dictaba el caminar del conquistador.”
Tanto realizadores como productores sabían que este proyecto era arriesgado, pero confiaban en el potencial del mismo y tenían claro que el producto sería único. La producción se dividió en dos periodos. La primera parte se grabó durante 28 días en primavera y se puso en pausa hasta que regresaron en diciembre para hacer un par de tomas en Veracruz, las tomas de la Basílica de Guadalupe el 12 de diciembre y tomas del bordo de Xochiaca.
“Fue un viaje muy loco, pero muy interesante. Éramos solo 7 personas en el crew viajando por México en una camioneta. Tratamos de que fuera cronológico para mantener la continuidad, pero nos dimos cuenta que no era tan fácil. Sin embargo, todos estábamos en sintonía. Creo que es parte de la energía que se genera cuando hay poca gente. Nuestro único fin era contar esta película”.
Entre esas 7 personas se incluye al actor del conquistador interpretado por Eduardo San Juán. Alejandro menciona que lo considera como todo un guerrero, pues él se caracterizaba solo para todas sus escenas.
Cuestión de sensibilidad
El cine documental es arriesgado debido a su naturaleza de inmediatez con la que se capturan los hechos. La gran mayoría de las veces la idea de control es imposible. En este tipo de situaciones la intuición de los realizadores juega un papel importante para lograr mantener el estilo narrativo y visual de la trama. En “499” el crew no tuvo oportunidad de realizar un scouting previo de las locaciones por lo que tuvieron que jugar con su sensibilidad para sacar lo obtener lo más que se pudiera de lo que tenían frente a ellos.
“A la hora de filmar sin nada de equipo, debes tener en mente que la sensibilidad te ayuda para capturar la poesía que nos regala el espacio y los personajes. Yo viaje a México con los sentidos bien abiertos para ver que me regalaba. En esta experiencia hablamos sobre hacer una carta de amor y despedida a nuestro país, porque ninguno de los dos nos vemos regresando a vivir acá, pero seguimos conectados de muchas maneras. Estaba consciente que tal vez no volvería a ver estos lugares durante años, incluso es probable nunca regresar a ellos. Aproveché cada instante. Claro que había mucha tensión por la violencia y la inseguridad pero fuera de eso todo fue bueno. Encontramos espacios increíbles y logramos conseguir imágenes muy bellas. Como la secuencia de los Voladores de Papantla en Cuetzalan, me sentí hipnotizado: todo estaba ahí, era reaccionar ante eso y sacarle jugo.”
Como anécdota, el director de fotografía comenta que en Cuetzalan los Voladores de Papantla no se encontraban el día que fueron, pero que con ayuda de un fixer los localizaron y llevaron a la locación.
Los fixers jugaron un papel muy importante durante todo el rodaje. Cada una de las personas que los acompañaba en las diferentes locaciones fueron elegidas desde la preproducción en Nueva York. Eran personas que conocen muy bien el área y los peligros que se puedan presentar. Los fixers velaban por la seguridad de todo el equipo. “No teníamos el poder de decisión sobre las horas de luz que mejor funcionaban debido a diferentes situaciones como la inseguridad. Si el fixer nos decía que teníamos que irnos, lo hacíamos. En ese sentido tuve que trabajar con la luz que tenía disponible y trabajarla a mi favor.”
“Como fotógrafo es importante saber adaptarse a la luz y conocer cómo responde el equipo técnico ante ella. “499” la filmamos con una Alexa Mini y conociendo esta cámara intenté subexponer un poco. A veces me preocupa que en el digital la sobreexposición es fácil y el sensor está dedicado a la luz y es más difícil controlarlo, a diferencia del negativo que busca la luz. Hay que recordar que la luz de México es muy complicada porque cambia muy rápido y es muy dura. Tenía mucho tiempo de no filmar un proyecto tan largo y me acostumbré a lugares en donde la luz que nos gusta dura más. Tratamos de jugar con estas cosas y cuando no podíamos hacer mucho, utilicé filtros ND y polarizadores”.
“A diferencia de otros fotógrafos que les gusta tener controlada la imagen para que a la hora de llegar a la corrección de color sean pocos los cambios, en este caso tuve que apoyarme más que nunca en este proceso. Muchas cosas las creamos en postproducción, porque no sabía qué era lo que me iba a encontrar en el camino. Por ejemplo, en la secuencia donde un grupo de familiares de desaparecidos explican el proceso de usar una varilla para detectar zonas de posibles fosas. Teníamos este gran terreno y al fondo unas casas de colores muy vivos. Esa escena la grabamos a las 2 de la tarde con el Sol cenital de mayo y en Veracruz. Claramente no podíamos decirles que vinieran a otra hora del día, ellos están buscando a sus familiares. Lo bueno es que en la correccion de color logramos modificar lo más que pudimos y tambíen sacar juego de las cosas en cuadro.”
Para darle un leve toque de ensoñación al relato, apoyando la idea de lo onírico que es que un conquistador viaje en el tiempo, tanto el director de la película como Alejandro, acordaron capturar algunas de las secuencias a 48 cuadros, por ejemplo la secuencia de los toros y la de los voladores.
“Nos planteamos límites desde un inicio. Es decir, encontrar metáforas que nos permitieran transmitir lo que nos contaban los entrevistados y no caer en hacer recreaciones de los sucesos. La figura del conquistador nos ayudó mucho en ese sentido, era nuestro hilo conductor. Fue algo complejo porque cada historia de los entrevistados puede ser su propia película. También fue un gran trabajo de edición de Andrea Chignoli. Fue una gran colaboradora para Rodrigo y le dió un buen ritmo a la película. Ayudó a darle un equilibrio”.
Alejandro comenta que las dificultades más grandes a las que se enfrentaron al realizar esta película fueron: La violencia, el cansancio físico, y el deber moral. “Hubo momentos de tensión en Veracruz en donde pensamos que nos estaban persiguiendo. “Otra dificultad a la que nos enfrentamos fue el cansancio. Era como un tour y físicamente terminamos agotados, cada noche en un hotel diferente, la comida igual muy variada. En mi caso, traía un cansancio acumulado, pues justo antes de esta película estaba en Singapur, llegue a Nueva York por mi maleta y al siguiente día volé hacia México. Los primeros días los sufrí sobre todo por el horario. Como banda de rock en tour, sumado a la presión de decidir cómo poner la cámara, sin olvidarnos del poco tiempo que había para todo. Se tuvo que aprender a soltar y dejar que el proyecto nos llevase.”
Encontrar poesía en lo crudo
Como ya se mencionó, la película se centra en algunos temas relevantes y violentos del contexto mexicano. Desde la desaparición forzada y la corrupción, hasta la pobreza y la migración. Sin duda, temas que aunque frecuentes no dejan de impactar por el simple hecho de ser parte de nuestro entorno. Uno de los principales retos para Alejandro fue combinar la crudeza de los eventos con la poesía que buscaba transmitir con imágenes.
“A nivel personal ha sido el proyecto más complejo emocional y técnicamente. Por un lado ves este horror a un lado de ti e inmediatamente me viene el recuerdo de mi familia y amigos, cualquiera de nosotros podría estar en esa silla frente a cámara contando esas cosas terribles. A mi en lo particular me cuesta tener esa frialdad. Sufro y me conmuevo por estas situaciones, pero por otra parte siento esa responsabilidad de hacer lo mejor que pueda para darles voz a estas personas. Son historias que nos sabemos de memoria pero quería hacerlas de manera diferente, con mucho compromiso y paciencia; observando y pensando cómo hacer los encuadres, que lugares usar, etc. Claro que con el tiempo te agotas, yo terminé devastado. Recuerdo que cuando terminamos me fui a casa de mi madre en San Miguel de Allende y por dos semanas no quería ni hablar, me sentía deprimido. Mi mente aún estaba procesando todo.”
“Nos propusimos retratar más poesía que sangre o violencia explícita.”
Alejandro recuerda que un día hacia el final de los llamados les informaron de una señora que quería compartir su historia en la película. Ni él, ni nadie del equipo se imaginaba que este relato iba a ser el más “fuerte” por su violenta naturaleza, la cosa era tan grave que la mujer era perseguida. “Fue realmente sorprendente la respuesta de la gente, hablando de su necesidad por contar historias, hay tanta violencia en el país, que existe entre la población, una gran necesidad por la justicia, y para buscarla alzan la voz”.
Moralmente escuchar todos estos relatos conlleva una gran responsabilidad, pues como artistas creadores Alejandro y su equipo no podían simplemente capturar los testimonios y después abandonarlos. “Eran sumamente difíciles las despedidas, les das la mano y después ¿cómo la sueltas?… Hay una fuerte responsabilidad de seguir apoyando a la gente, no sólo hacemos la película y ya desaparecemos. Debido a que no son temas sencillos, concluímos que podemos contribuir exhibiendo la película, de menos en México, y así darle voz a esta gente que ha sufrido y que no ha obtenido ayuda de las autoridades.”
Al momento de esta entrevista, la película ya cuenta con una distribuidora oficial en México con la productora y distribuidora Piano. Y tendrá su premiere en el Festival Internacional de Cine de Morelia como parte de la selección oficial de documental mexicano.
“Tenemos una alianza con Piano y Ecocinema que lleva películas a diferentes rincones del país y en este momento está en planeación llevar la película a todos los lugares en donde grabamos, la ruta de Cortés. Queremos invitar a los personajes a que la vean y que a la vez estén presentes en el Q&A, “questions and answers”, para exponer que ha sucedido con sus casos, tal vez la información le sirva a gente que se encuentre en situaciones similares”.
Mejía concluye que 500 años después ya no estamos sometidos a los bárbaros conquistadores españoles que arrasaron con cientos de indígenas, pero si estamos frente a una era de violencia impresionante. Que ha dejado a miles de muertos, miles de desaparecidos, y que tiene al país hundido en una miseria y violencia nunca vista antes, de menos en esta magnitud.
+La película se estrenó en el Festival Internacional de Cine de TRIBECA en donde ganó el premio a “Mejor Fotografía en un Filme Documental”, ha sido también reconocida en el festival Hot Docs en Toronto con el premio del Jurado así como también en el Festival Internacional de Documental de Korea (EIDF) llevándose también el premio del jurado, sin duda esta película dará de qué hablar en los próximos meses.