Para el maestro Mario Luna AMC
Fotos: Iván Hernández AMC

En memoria de la luz

¿Cómo apelar a la palabra escrita para retratarte en el tiempo?, solo queda el intento; esfuerzo por hacer justa la imagen de tu enseñanza. Tal vez, se retiene únicamente el puente que, como menciona Isabel Zapata, conecta con la empatía del mundo. Así, tu voz reconstruye el camino de nuestro pensamiento y acercamiento con la luz, y en la finitud de tus clases convertiste eterna la mirada ajena.

Cual eco de hojarasca en invierno, nos hiciste pensar en el tiempo. Encontrar sueños para confiar en ellos. ¨Mirar con el corazón¨, nos anunciabas. Y con corazón nos mostraste. Hojas somos entonces, desprendidas en causa y efecto del gran árbol del cual aprendimos. Fuerza misteriosa que acompaña al pensamiento, cual luz de Luna. Sin embargo, este intento nulo queda, pues la palabra escrita es limitante para mostrar tu peso en el tiempo. Por ello, reside así la imagen propia, y compartida, a tu persona. Como transformación constante, evolucionas. Del aula a la enseñanza, de la enseñanza al pensamiento individual de cada alumno; del alumno a su pensar como futuro creador de imágenes, y como imagen, citando al verso de Drexler, eres: ¨Una gota de luz, y estrella fugaz. Una chispa tan sólo en la edad del cielo¨.

Luis Enrique Galván
Estudiante del CCC
Colaborador de la Revista 23.98

 

 

 

Hoy, alzamos nuestra mirada a la luz, esa misma luz que nos enseñaste a entender, a moldear, a amar. Porque más que un simple concepto técnico, nos mostraste que la luz y la sombra son los hilos que tejen las emociones, los recuerdos y las historias que jamás se olvidan. En memoria de la luz, hoy celebramos tu legado. Fuiste un maestro que guio a muchos de sus alumnos y actuales cineastas a través de paisajes visuales llenos de significado. Nos enseñaste que cada luz tiene una historia; que cada sombra es una posibilidad, y que la cámara, al igual que el ojo humano, es capaz de ver lo que otros no pueden percibir. Nos enseñaste a mirar con el alma.

Tu generosidad como maestro no solo se vio en las clases o en los consejos técnicos. Fuiste un mentor que nos brindó su pasión y su incansable curiosidad por la imagen. Cada lección sobre cómo una luz suave puede crear una atmósfera de ternura, o cómo una sombra profunda puede cargar una escena de tensión, nos dejó una huella indeleble. En cada uno de nosotros vive el eco de tu enseñanza. La luz es memoria, es tiempo, es vida.

Tu luz continúa guiándonos, más allá de las pantallas, más allá de los límites del encuadre. Porque, como nos dijiste tantas veces: “la luz es luz” más allá de aplicarse en el set, nos ha enseñado que incluso cuando enfrentamos sombras y dificultades, siempre hay claridad detrás de cada reto.

Gracias por enseñarnos a ver el mundo con una visión que va más allá de lo visible, por mostrarnos que en cada fotograma, hay una historia esperando ser descubierta. En memoria de la luz, te recordamos siempre, con gratitud infinita y con la promesa de seguir iluminando el camino que trazaste para todos nosotros y compartirlo con todos los que vienen detrás.

Milton R. Barrera
Estudiante del CCC
Colaborador

Necesariamente el tiempo debe sucederse marcando una trayectoria, pero siempre se recuerda el puerto de donde zarpó el barco. Hace quince años, con una tripulación de quince marineros y al mando de varios capitanes, me enrolé en una locura de navío llamado CUEC. Era en realidad una vieja casa con unos cuantos camarotes en los que todo se sentía, se movía, resonaba, se amaba; se sufría y se mareaba siendo una con los propios sueños y fantasías de crear algo singular.

Había que entrenarse para el mar abierto. Había que aprender a ser equipo para abrir la veleta y navegar en la imaginación profunda del ser que apenas se es. Había que sentarse en el pupitre por donde ya había pasado algún Emmanuel Lubezki, algún José Agustín, alguna Graciela Iturbide, algún Alfredo Joskowicz y algún Mario Luna.

Las clases de Mario fueron como haber desembarcado en una tierra nueva. Hasta entonces, mi conocimiento fotográfico era francamente improvisado, pero todavía recuerdo ese primer pizarrón prístino con la fórmula perfecta sobre el comportamiento y la medición de la luz. Con él, aprendí que la luz es un animal salvaje que hay que aprender a domar, y que la oscuridad era otro más inasible al que se debía atrapar.

Creo que en todo este tiempo, cada cosa aprendida de Mario se ha ido asentando en mí como la quietud que permite que el agua aclare. La enseñanza es una ola del mar que finalmente encuentra virtud en afrontar los retos de las aguas navegadas. Siempre se aprende algo nuevo, sin embargo, el acompañamiento de Mario con su experiencia fue crucial para mí. Fue aprender a superar los miedos y las inseguridades que te puede generar, por ejemplo, el exponer una película de manera errónea y tener una gran responsabilidad frente a la imagen. Lo más importante que aprendí de mi maestro, fue tener disciplina.

Después de la escuela, la realidad te confronta; te sigue enseñando, y vienen muchas crisis pero también muchas satisfacciones. Mi gran enseñanza ha sido integrar la luz a mi vida también. Estoy segura que en esto Mario es un experto, y nada me alegra más el corazón que acompañarlo en este homenaje a una vida dedicada al aspecto más hermoso que tenemos los seres humanos de una manera real y simbólica.

La luz transmuta. Que este recinto sirva para recordar las alquimias que hemos aprendido de nuestro Maestro, cuya estela acompaña también nuestro camino.

Tras un largo periodo de silencio en la meditación tratando de perseguir la luz, me di cuenta de que en realidad estaba tratando de atrapar a mi propia sombra; ella se sentó conmigo y como en un reflejo de obsidiana, me dejó ver que mi dualidad era irreparable y que el camino era arrojarme a la unidad para encontrar la paz.

Somos dichosos los fotógrafos y las fotógrafas que caminamos en encuentros diversos de múltiples realidades que nos confrontan en dilemas éticos, en corrientes de pensamiento… nuestra labor es atrapar un cierto tipo de verdad través del lenguaje de la poesía.

Gracias infinitas, siempre, por este bello mar navegado juntos.

Tu alumna,
Jessica Villamil AMC