Afincado en Nueva York nos lleva a la intimidad de la creación de “306 Hollywood”, cinta que formó parte de Sundance 2018, que le mereció el premio a la Mejor Fotografía en el Festival de Oslo y una nominación a los prestigiosos Critics’ Choice Documentary Awards.
Por Salvador Franco R.
Fotos: Fotogramas / Curtis Boone
Alejandro jamás imaginó que perder un vuelo a Europa cambiaría su vida. Esa noche, tras quedar varado en Nueva York, recibió una inesperada invitación para quedarse a vivir en la Gran Manzana como socio de un restaurant mexicano. Y si bien el resultado no fue el esperado, el proyecto –y el destino- le permitieron empezar a infiltrarse en el cine independiente estadounidense, donde continuó una carrera como director de fotografía que previamente había iniciado en México y que incluye películas como ‘Asteroide’ (2014), ‘Obsidiana’ (2017) y ‘306 Hollywood’ (2018). Este último documental, que fue filmado con más de cinco formatos y que se estrenó en la edición 2018 del Festival de Cine de Sundance, le mereció a Alejandro Mejía AMC el premio al Mejor Cinefotógrafo en el Oslo Film Festival y una nominación a los Critic’s Choice Documentary Awards, que se realizaro el 13 de enero. “Nunca me imaginé vivir fuera de Cuernavaca, menos fuera de la Ciudad de México y ahora estar acá (NY) es algo que nunca esperé y que me da muchísimo gusto”.
¿Cómo empezaste a fotografiar en Estados Unidos?
Fue gracioso; en el restaurante había muchos clientes cineastas a los que conocí y con los que empecé a trabajar. Yo no tenía contactos en la industria. Tiempo después David Pablos (‘Las Elegidas’), me presentó con los compañeros con los que estudiaba la maestría en la Universidad de Columbia y justo ahí empecé fotografiando sus tesis. Con uno de esos cortos ganamos Slamdance, que es un certamen paralelo a Sundance y también fuimos a la Berlinale en 2015. A partir de eso, otros estudiantes me invitaron a continuar la colaboración. En 2012 regresé a México para filmar mi primer largo de ficción: ‘Asteroide’, de Marcelo Tobar, con el que nos fue bastante bien.
¿Cómo te formaste como cinefotógrafo?
Estudié en la Escuela Activa de Fotografía de Cuernavaca, de donde soy. Después estudié la Licenciatura en Artes Visuales en la Universidad Veracruzana, donde te enseñan sobre pintura, escultura y demás artes. Regresé a Cuernavaca para estudiar la carrera en Comunicación tras lo que me moví a la Ciudad de México. En 2005, durante una edición del FICCO (Festival Internacional de Cine Contemporáneo) tomé un taller con un cinefotógrafo hongkonés que se llama Nelson Yu lik Wai (Tin seung yan gaan, 1999), donde conocí a mi amigo Iván Hernández AMC, junto con quien fui seleccionado para recibir una mentoría que se convirtió en un parteaguas para mí.
¿Qué aprendiste con él?
Nos enseñó a trabajar con luz natural, aprovechar los recursos que teníamos y apegarnos más a la escuela de la fotografía mexicana en la que utilizas lo que tienes y no como sucede acá en EU, donde tienes todos los juguetes a tu disposición.
¿Cómo llegas a u proyecto tan sui géneris como ‘306 Hollywood’?
Gracias a Carlos Gutiérrez, de Cinema Tropical, quien me recomendó con los directores venezolanos-americanos Elan y Jonathan Bogarin, quienes querían involucrar a un fotógrafo de ficción en su historia. Cuando vi lo que habían hecho les dije: ‘¿para qué me quieren? Es algo tan personal y lo están haciendo tan bien’. Pero después nos volvimos unos aliados y me di cuenta de que lo que ellos estaban buscando era una colaboración artística y una aportación mía desde el punto de vista de la ficción. Así mismo, invitaron a una coreógrafa y a una diseñadora de producción.
El documental narra la historia de la abuela de los directores, de cómo su casa y todos sus objetos adquieren un nuevo significado a partir de su muerte.
¿A partir de qué etapa del proyecto te involucraste?
Era un proyecto muy sui géneris, nunca había estado en un proyecto tan diverso y que no supiera cómo iba a terminar o lo que estaba haciendo. Cuando me reuní con ellos aún no sabían si la abuela sería el personaje principal o la casa, pero lo que tenían claro es que querían recrear ciertas escenas y acercarse al realismo mágico. Empezamos a rebotar muchas ideas sobre el juego visual de las dramatizaciones y las recreaciones de cuando los directores eran niños y jugaban en el bosque, o con el tren en su casa que viene de unas instalaciones de arte de un japonés que hacía algo similar con las sombras.
¿Cómo fue la dinámica de trabajo?
Lo que hacíamos era ver las secuencias que iban armando Nyneve Minnear en la que dejaba unos huecos donde sugeríamos y planeábamos cosas.
¿Cuáles fueron tus aportaciones?
Primero sugerí tener un operador de steadicam para darle la vuelta a lo típico del documental y darle un poco de movimiento. Después, cuando conocí la casa, me di cuenta que la inspiración venía del lugar, de los muebles y los vestidos. A partir de ese momento ellos contrataron a una editora quien hicieron la construcción del guión final, el desarrollo del personaje y entonces decidieron que la abuela fuera el personaje principal. Es un proyecto muy personal e independiente que terminó como algo muy grande. Sí, y eso quiere decir que trabajamos con muy poco. Es importante mencionar que fue un proyecto de bajo presupuesto y fue mejorando poco a poco por los apoyos que se fueron consiguiendo. Más adelante se involucró Judit Stalter como productora, que antes había hecho “Son of Saul”, ganadora del Oscar a la Mejor Película Extranjera.
Ella se enamoró del proyecto y lo llevaron a varios mercados en busca de apoyos, hasta que finalmente, mientras estábamos en la última etapa del rodaje, nos avisaron que estábamos seleccionados en Sundance para inaugurar la sección ‘Next’, algo que por primera vez sucedía con un documental.
¿Cómo fue la relación con los directores que debutaban con un proyecto tan íntimo y personal?
Es la ópera prima y nada más les llevó como 13 años terminarla (risas). Fue muy refrescante trabajar con ellos porque se obsesionaron con la calidad de la imagen, había mucho trabajo previo y nos desafió a rebuscar y rebuscar ideas. Me gusta mucho el resultado por lo que provoca, te hace recordar a los abuelos o a tus padres, y la metáfora de cómo se aborda el tema de la muerte. Es algo muy personal y se vuelve algo universal. Por eso me dio mucho gusto el éxito de la película en Sundance o Hot Docs de Toronto, donde ellos ganaron el premio para nuevos cineastas.
¿Cómo fue el día a día durante el rodaje?
Filmamos en tres etapas y fue una experiencia muy fuerte, pues al ser hermanos se contraponían sus opiniones. Jonathan habla muy bien español pero su hermana no, así es que ella jalaba a que habláramos inglés. Además de que son muy obsesivos porque él es pintor y Elan, productora y fotógrafa, así es que eran muy exigentes con la imagen. Pero poco a poco nos fuimos adaptando y una de las cosas que más recuerdo de ese taller con July Kui, el hongkonés, tratar de ser humilde y camaleónico con los directores sin tratar de imponerse totalmente, así es que trataba de empujar hasta donde creía e iba dejando que entre los tres resolviéramos las cosas.
En la película hay muchas texturas debido a los formatos con los que se rodó. ¿Con qué cámaras se filmó?
Los directores rodaron mucho en Super 8 con una cámara de su mamá. También tenían material en Mini DV y en 5D e hicieron más cosas con la 5D y lentes Nikon de foto fija. Cuando yo me sumé, lo primero que filmamos fue con la Canon C300. Algo en lo que me he clavado mucho es en usar óptica vintage, así es que elegí los lentes Super Baltars con los que se rodaron películas como “El Padrino” y que en automático generaban estas texturas muy interesantes o ‘viejas’.
¿Por qué te gusta esa óptica tan antigua?
Los sensores son tan definidos y tan perfectos en estos tiempos, que estos lentes -que ya no se fabrican así- tienen aberraciones cromáticas y defectos que se convierten en un sello y le dan personalidad a los proyectos. No todas las películas caben en esta dinámica, pero en este caso encajaba perfecto.
“306 Hollywood”
Cámaras: Super 8, 5D Nikon, Canon C300, Alexa Mini
Óptica: Super Baltars, Zeiss Hihg Speed, Canon K35
Cinefotógrafo: Alejandro Mejía AMC
¿Con qué otras ópticas trabajaste?
Lo último lo hicimos con la Alexa Mini con los Alejandro Mejía AMC Zeiss High Speed para la secuencia de la coreografía y en algunas otras secuencias los Canon K35 con los que se han rodado cintas como ‘Alien’ (Ridley Scott, 1979).
¿Qué herramientas empleaste para los movimientos de cámara? algo poco habitual en los documentales.
Usamos el Steadicam para la coreografía y las secuencias de los niños corriendo en el bosque, Sliders para algunos dollies y para entrar a la casa en miniatura. También filmamos varias cosas con una grúa de carga para subirnos al techo y hacer algunos paneos de la ropa cubriendo la casa, y mucha luz natural, la cual trato de utilizar al máximo.
Algo que nos comentabas aprendiste en el taller con Nelson Yu lik Wai…
Sí, aunque creo que es una escuela generacional que tenemos cinefotógrafos como Iván Hernández AMC, Juan Pablo Ramírez AMC o Alfredo Altamirano AMC. Todos somos colegas y nos entendemos en ese aspecto creo que totalmente influenciados por Rodrigo Prieto ASC, AMC y Emmanuel Lubezki ASC, AMC.
A partir de “Amores Perros” (Alejandro González Iñárritu, 2000), vino un cine más naturalista y bueno, ahora con estos sensores y estas cámaras con las que prácticamente ves todo pues su alcance es increíble.
¿Rebotas mucho la luz?
Depende del proyecto. En ‘306 Hollywood’ trabajé con unos Kinos, un M18 y un HMI que metíamos directo por la ventana para simular la luz del sol y sólo tenía un difusor, porque si lo rebotaba, ya tenía poca fuerza en la luz.
¿Cómo eliges las luces?
Es algo que la locación me va dictando y que ves desde el scouting. Una buena locación es el mejor aliado cuando no hay muchos recursos. Pero más que rebotar, uso mucho el negativo, la tela negra a un lado de la pared para bajar la luz: pones una bandera negra para hacer más contraste o cubrir una ventana. Lo que hacemos es bajar la luz más que ponerla.
¿Te involucraste en las etapas finales, postproducción, corrección?
Ya no pude estar en esos procesos por la carga de trabajo y porque corrimos para llegar a Sundance pues se terminó dos o tres días antes de su exhibición. Pero una vez que se estrenó comercialmente, pude hacer algunos ajustes y creo que quedó lo mejor posible.
¿Cómo defines a ‘306 Hollywood’ en términos de género?
Es muchas cosas. En Sundance nos dijeron que era un documental de realismo mágico, pero creo que es una película que tiene muchos estilos y que ofrece muchos homenajes. También nos han comparado con Wes Anderson, algo que ya me había pasado con un corto llamado ‘Honey Moon’. Para la gente más purista pues no es un documental sino algo más híbrido. Nos han criticado también muchísimo y eso también es válido. Desde el principio los directores sabían que no querían hacer el típico documental de Netflix con cabecitas hablando, sino experimentar. Así es que hay momentos que son totalmente ficcionalizados o en los que ellos dirigían a la abuela. Eso es algo que me gusta del cine independiente estadounidense pues están muy abiertos a explorar estas cosas, a combinar formatos y a ver qué pasa. A los americanos les cuesta mucho trabajo hablar de sí mismos. Es personal pues navega en aguas a las que otros documentales ni se acercan.
¿Cómo fue la experiencia en Sundance?
Ahí fue donde la vi terminada por primera vez y lo que más me gustó fue que me hacía pensar en mi familia, en la de mi esposa y en todos estos objetos a los que les tenemos gran apego como cultura latina. También me di cuenta que tiene un sello propio. A partir de ahí nos fue muy bien, incluso con los mismos directores hemos hecho un par de proyectos comerciales, uno de ellos para Google en el que fluimos como el agua, nos entendimos perfecto y confiaron mucho en mi. Ahora somos tan cercanos que me invitaron a compartir la cena el Día de Acción de Gracias en noviembre pasado.
¿Que significa para ti la nominación a la Mejor Fotografía en los Critics’ Choice Documentary Awards?
Me da muchísimo gusto, sobre todo porque nunca me imaginé vivir fuera de Cuernavaca, menos fuera de la Ciudad de México y ahora estar acá es algo que realmente nunca esperé. Participar en Sundance, la nominación a los Crtics’ y el premio a la Mejor Cinefotografía en Oslo Film Festival me ayuda a reafirmar proyectos y es también una recompensa después de tantos años de hacer cosas por todos lados, de aguantar y aguantar. Es un premio que tampoco me va a cambiar la vida, trato de tener los piés en la tierra porque conozco esta ciudad en ese aspecto; más bien trato de disfrutar. La nominación es un premio y sí, obviamente ayuda a que valoren tu trabajo y te inviten a sus proyectos. Además es donde ganó Guillermo del Toro con la ‘Forma del agua’ el año pasado y es además una antesala del Oscar.
¿Es un proyecto que te cambió la vida?
Esas cosas del sueño americano siguen pasando acá, de que le pegas a algo y se va corriendo la voz y te vas conectando. Ahora me ha buscado mucha gente de documental y llevo un año haciendo documentales o cosas híbridas, algo que me daba un poco de miedo porque quiero regresar a la ficción, algo que haré en breve con ‘Son of Monarchs’, de Alexis Gambis, que filmaré en Nueva York y México con Tenoch Huerta como protagonista. No tiene nada de malo el documental pero me gusta mucho crear mundos en la ficción.
¿Todos tus proyectos han tenido este perfil independiente?
Sí, y he tratado de mantenerme así porque me interesa tener mayor libertad creativa y mayor propuesta. Me han ofrecido hacer alguna comedia romántica en Los Ángeles, pero he dicho que no porque he recibido consejos de que me van a encasillar en eso. Y es que depende de los proyectos que fotografías es a los que te siguen invitando y en ese sentido me interesa más el cine independiente. Obviamente que si viene un proyecto muy interesante, al que crea que puedo aportar cosas aunque sea comercial o de gran presupuesto, lo haré sin ningún problema, pero la realidad es que todavía no llega. Voy paso a paso. Eso también lo he aprendido acá, prefiero dar pasos bien cimentados en lugar de tratar de correr.
¿Cuál es tu balance después de vivir ocho años como cinefotógrafo en una ciudad tan desafiante como Nueva York?
Es una ciudad muy complicada pero ha sido una gran escuela, no solamente en el cine sino también en la vida porque es una ciudad que no te regala nada. La CDMX es lo más complicado que he vivido, pero NY es muy duro en temas de clima, su invierno es muy largo, se filma mucho en el verano y la gente se mueve constantemente. Entonces hay que volver a empezar constantemente hasta que construyes tu red con productores locales o directores con más tiempo aquí. Te hace ser humilde a la fuerza. No te puedes confiar o estar tranquilo de que todo va bien porque de repente todo cambia. Estás con gente de todo el mundo, la competencia es durísima y eso te obliga a aprender muy rápido y tienes acceso a cosas o proyectos más globales. Pero no es para todos. Las he pasado duras pero también ha valido la pena. No me arrepiento de nada.
¿Hay algo que quieras agregar?
Estoy muy agradecido de ser parte de la AMC, algo que nunca imaginé. Es algo muy importante para mí. Sentí que en México nunca tuve mucho apoyo y ahora todo se ha vuelto muy interesante y refrescante para mí. Me dan muchas ganas de tener estos intercambios, es algo muy importante para mí que estoy lejos. Hace ocho años dejé todo en México.¡Todos me decían que estaba loco!